Hasta 1999 era habitual destinar harinas animales para alimentación animal o para su uso como fertilizante orgánico. Esto cambió radicalmente cuando estalló la crisis de la Encefalopatía Espongiforme Bovina (EEB). Las restrictivas normativas implantadas en la UE a partir de ese momento, así como las políticas empresariales aplicadas en el sector para garantizar la erradicación de la enfermedad, relegaron estas prácticas a un segundo plano. La adopción de estas medidas implicó el desaprovechamiento de una cantidad importante de recursos en la propia industria.
Actualmente, la percepción respecto a estos productos está cambiando, impulsada por las políticas medioambientales europeas. Las nuevas normativas se basan en las garantías sanitarias y la optimización del uso de recursos disponibles en los residuos y materiales de desecho. Se prioriza la reutilización y reciclado de nutrientes frente a la importación de recursos y materias primas no renovables, o cuya producción requiere un elevado consumo de recursos. El modelo perseguido es el de economía circular.
Las harinas animales se obtienen a partir de residuos procedentes de la industria transformadora de carne y derivados. Grasas, carne, órganos, huesos, sangre y plumas son elementos que constituyen casi el 30% del peso vivo de los animales procesados. El Reglamento 1069/2009 clasifica estos subproductos animales y productos derivados no destinados al consumo humano en tres categorías numeradas de la 1 a la 3 de mayor a menor riesgo sanitario. En él se establecen tanto las restricciones de uso, como las medidas de gestión y eliminación que se deben adoptar en cada caso. A menudo, por cuestiones prácticas, los materiales de categorías inferiores (2 y 3) son gestionados conjuntamente con los de categoría 1. Este procedimiento provoca que en Europa aproximadamente el 50% de los sustratos que podrían ser usados para la producción de harinas animales sean incinerados.
Las harinas cárnicas pueden utilizarse para alimentación animal (sólo para determinadas especies), como fertilizante, como fuente de energía (procesos de incineración) o como sustratos para la producción de biogás. La utilización de productos procedentes de mataderos en el ámbito de la fertilización es menos habitual que en el de la alimentación animal, ya que los beneficios económicos que aportan en este sector son inferiores. No obstante, a pesar de que su composición varía en función de los materiales de origen y de su proporción carne:hueso, representan una fuente importante de nutrientes con un elevado potencial fertilizante.
Las harinas cárnicas obtenidas a partir de ellos pueden proporcionar aportes importantes de fósforo a las plantas, cuya disponibilidad y liberación dependen en gran medida de las características del suelo receptor. La forma apatítica en la que se encuentra el fósforo es más inestable que en el caso de la roca fosfórica, utilizada para la producción de fertilizantes sintéticos, y su liberación se ve favorecida en suelos ácidos. Cuando se llevan a cabo procesos de incineración con estos productos, se reduce la disponibilidad de este elemento para las plantas y se provoca la pérdida de otros nutrientes como el nitrógeno y el azufre en forma de gas, disminuyendo de forma importante su valor como fertilizante.
En el caso del nitrógeno, predominan las formas orgánicas sobre las amónicas con ratios de C/N que oscilan entre 3,2 y 4,8:1, estando disponible para la planta en el año de aplicación hasta el 80% del contenido total en este elemento.
Su concentración en potasio, azufre o magnesio es pequeña, sin embargo, los aportes de calcio pueden ser importantes, siendo mayores cuanto mayor es la proporción de hueso en los materiales de partida.
Los procesamientos exigidos por la normativa vigente de higienización y/o pasteurización según las categorías de los subproductos utilizados, proporcionan las garantías necesarias para evitar cualquier riesgo sanitario. Además, su contenido en metales pesados es inferior al de otros fertilizantes orgánicos o a los obtenidos a partir de roca fosfórica. No obstante, su aplicación en agricultura intensiva requiere tener en cuenta el desequilibrio de nutrientes existente en su composición y que podría propiciar dosis excesivas de fósforo y deficitarias de potasio. Es por esto que su uso se orienta a la agricultura ecológica y a la fertilización de cultivos altamente demandantes de nitrógeno en suelos ácidos y con déficit de fósforo de rápida asimilación, ámbitos en los que el uso de estos fertilizantes proporciona grandes beneficios, a la vez que contribuye a paliar los efectos medioambientales derivados de las prácticas agrícolas intensivas.
Fuente: Kurt Möller (Institute of Crop Science, University of Hohenheim, Germany).2015. Assessment of Alternative Phosphorus Fertilizers for Organic Farming: Meat and Bone Meal. Fact Sheet, project IMPROVEP.