La Agencia Europea del Medio Ambiente ha publicado recientemente en su estudio Comunicación, Medio Ambiente y comportamiento que en algún momento, nuestra capacidad para identificar la conexión entre nuestras decisiones de consumo diarias y sus efectos sobre el medio ambiente, se ha diluido. La consecuencia directa es que, en ocasiones, no somos capaces de ver la relación que existe entre la salud del medio ambiente y nuestro bienestar.
Para ‘vivir bien, dentro de los límites de nuestro planeta’ tal y como se refleja en el 7º Programa de Medio Ambiente de la UE, hay que repensar lo que consumimos y cómo lo producimos en un contexto más amplio. Es necesaria una transición en la sociedad hacia una economía eficiente con sus recursos. Esta transición implica, por parte de consumidores y productores, el cambio de algunos de los elementos fundamentales de nuestro estilo de vida y la adopción de conductas respetuosas con el medio ambiente.
La sustitución de fertilizantes sintéticos por abonos orgánicos proporciona beneficios ambientales, al eludir sistemas de producción que requieren un consumo elevado de energía y recursos, y permite reciclar nutrientes y materia orgánica a partir de bioresiduos. Estos aspectos han impulsado que la UE trabaje en la implantación de un campo de juego único definiendo un marco regulatorio que incorpore los fertilizantes orgánicos. Así se permite su acceso al mercado comunitario con garantías ya que la gran divergencia existente entre las diferentes legislaciones nacionales limita su competitividad en los mercados internacionales y provoca que predomine el consumo local de los mismos. Al mismo tiempo, se da respuesta a la propia evolución del mercado tecnológico que cada vez presta más atención a estos productos.
El objetivo final es contribuir a un sistema productivo más eficiente aproximando el modelo de economía circular, que pretende impulsar un crecimiento económico sostenible y la generación de nuevos empleos. Uno de los pilares de este modelo es la reutilización de materiales que hasta ahora se desechaban, introduciéndolos de nuevo en el sistema productivo como materias primas o recursos de valor.
La recuperación de nutrientes y materia orgánica en materias primas secundarias con valor añadido convierte un problema de gestión de residuos en una oportunidad económica y reduce la vulnerabilidad del sector agroganadero ante fluctuaciones de los mercados de materias primas. En la actualidad, en torno al 90% del fósforo utilizado para los fertilizantes sintéticos en la UE es importado, cuando la tercera parte podría recuperarse de los lodos de depuradora, residuos biodegradables, carne y estiércoles. Estos productos podrían llegar a sustituir hasta un 30% de los fertilizantes inorgánicos utilizados en la UE.
La nueva normativa sólo afecta a materiales procesados, excluyendo el purín bruto, los subproductos animales no procesados y los productos fitosanitarios. Los esfuerzos se focalizan en preservar la protección sanitaria y medioambiental incorporando a la actual normativa unos valores máximos de determinados elementos como por ejemplo los metales pesados (Cd, Cr, Hg, Ni, Pb o As).